domingo, 12 de julio de 2015

LA CONVERSIÓN

Estaba la vieja estrenando escoba,
y el "recorrido" lo hacía valer.
Los pequeñitos le decían "¡boba!"
cuando barriendo estaba el andén.

¡Porque les daba sus escobazos,
a los chiquillos no podía ver!
Tal vez de niña no tuvo abrazos,
o en esa infancia no hubo niñez.

Y diariamente los perseguía:
se la pasaba en sólo correr.
Los niños siempre se le reían
y le decían "bruja" a la vez.

En una mañana bien calurosa
que de costumbre salió a barrer,
  maullaba un gato, y presurosa
lo entró a la casa y cerró muy bien.

Miró un momento por la ventana,
y la cortina corrió también.
A una olla le echó una rana,
Y asustado el gato se echó a correr.

Puso en ella agua y un garabato
para colgarla se fue a traer.
Un  alacrán atrapó... y al rato
se carcajeaba al mezclar su hacer.

Un ratón blanco, dos dientes de ajo,
patas de cuervo y un feo ciempiés.
Cogió un murciélago, un escarabajo,
y en esa olla los puso a arder.

Probó el brebaje que preparaba,
luego al minino le dio a lamer.
Mirando al gato se le antojaba
el horrendo nombre de Lucifer.

Dentro de la casa todo apestaba,
la olla humeaba y hervía a placer,
la vieja en bruja se transformaba
y el gato a fiero lo hacía también.

Sacando todo y prendiendo un puro
dentro del cuarto empezó a toser.
Cogió la escoba y con un conjuro
le vertió zumo y le dio poder.

Sirvió brebaje y con mucho apuro
al gato le hizo la invitación.
Bebió el michín, y dijo duro:
“Ama,  ese puro le hace dar tos."

La bruja entonces, pegando un brinco,
montó en la escoba como en corcel.
Se bebió un sorbo, pegó un relincho
y cogiendo al gato a volar se fue.

Allá en el bosque pasa los días,
y de los pequeños se hace temer.
No iban al río porque decían
que ahí a la bruja habrían de ver.

Los habitantes de aquel poblado,
muy asustados vivían también.
Por que las crines habían trenzado
de los caballos, sin saber quién.

Una señora tenía sus dudas,
y cuando barriendo una vez la vio,
le dijo: "Vecina, se le saluda,
si desea sal, pida favor."

Llegó la bruja al día siguiente
y tocó la puerta con aldabón.
Cuando le abrieron ella sonriente
un poco de sal pidió por favor.

¡En esta forma rompió el conjuro!
Y aquella bruja se transformó
en una anciana sin mucho apuro
que a los niñitos brindaba amor.

Cuando pasaban para la escuela
la saludaban con emoción,
porque decían que era una abuela
muy buenecita de corazón.

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